Otro gran éxito de la historia de la perfumería desde 1994, con la mano maestra de Alberto Morillas. Fue una revolución silenciosa, ya que, hasta entonces, el mundo de la perfumería estaba marcado por una división rígida entre fragancias femeninas y masculinas.
Su composición, basada en un cítrico limpio con notas de bergamota y limón, entre otras, y un fondo almizclado suave, representaba una especie de “camisa blanca olfativa”: simple, fresca, luminosa, casi inocente. Fue un fenómeno inmediato, un símbolo de una nueva juventud que no quería etiquetas ni complicaciones. El frasco, sobrio y minimalista, como una botella de ginebra, hablaba el mismo lenguaje: less is more.